Nuestras elecciones en cuanto al consumo de energía tienen implicaciones directas no sólo en nuestro presupuesto y quizá la obtención de un certificado de eficiencia energética, sino también en nuestra salud, el ambiente y el clima. Y justo ahora, somos peligrosamente dependientes del carbón y los combustibles fósiles derivados o relacionados con el petróleo para la mayor parte de la satisfacción de nuestras necesidades de energía eléctrica.

La generación de energía eléctrica es (a escala global) la mayor causa de la contaminación del aire y de la emisión de gases de invernadero.

Un combustible fósil es la peor de las elecciones: una fuente de energía sucia que produce poca electricidad y genera muchas emisiones contaminantes, algunos de ellos con impactos muy negativos tanto en el ambiente como en la salud.

Existen, sin embargo, otras formas de generar energía. Las fuentes renovables como el viento y la energía solar generan electricidad prácticamente sin contaminar y sin generar gases de invernadero, además de qué son confiables y sin dificultades pueden generar al menos la mitad de la energía eléctrica que se requiere a escala global, y por años.

El mundo necesita avanzar hacia una generación limpia y más saludable de energía, y para ello hace falta que se diseñen políticas más inteligentes que se enfoquen en las metas complementarias de incrementar el uso de energías renovables y disminuir el uso de los combustibles fósiles.

Las políticas gubernamentales pueden ser, junto con las decisiones empresariales, un camino viable para desechar el uso de fuentes peligrosas y sucias de energía, como la energía nuclear o el uso de combustibles fósiles, y apoyar el desarrollo del uso de las energías limpias y renovables. Este tipo de impulso es importante también para mejorar la eficiencia energética: soluciones mejores y más inteligentes que tengan un impacto benéfico en nuestro bolsillo, nuestro clima y nuestra salud.

Mejorar la eficiencia energética de nuestros hogares, negocios e industrias puede tener un impacto pequeño pero significativo en el ahorro energético, además de que nos ahorra, a usuarios y empresarios, miles de millones de euros.

Las políticas de eficiencia energética han demostrado ser inversiones inteligentes que proporcionan tasas de retorno monetario significativas. Y más aún, estos ahorros energéticos nos permiten ir eliminando las plantas de generación eléctrica más antiguas y más contaminantes, sin construir otras nuevas que dependan del mismo tipo de combustibles.

Ya existe la tecnología para reducir el consumo de gas natural y electricidad en más de un veinticinco por ciento. Para que estas energías limpias y renovables se impongan al uso de los combustibles fósiles y reducir la emisión de gases contaminantes, pero para ello hacen falta esfuerzos conjuntos por parte de la sociedad, las empresas y el gobierno.