La energía ilumina nuestras ciudades, le da movimiento a nuestros medios de transporte y hace que funcione toda la maquinaria en fábricas y talleres. Calienta y enfría nuestras casas, cocina nuestros alimentos, reproduce nuestra música y nos permite ver imágenes en el televisor. La energía se define como la capacidad de realizar un trabajo. Utilizamos energía dentro de nuestro cuerpo para movernos y trabajar. Al comer, nuestros cuerpos transforman los alimentos en energía para realizar todas nuestras funciones. Al correr o trabajar, «quemamos» energía.
Los automóviles, aviones, y en general cualquier tipo de maquinaria lo que hace es transformarla en trabajo. ¿Qué queremos decir cuando utilizamos el término «trabajo»? Mover o cargar algo, calentar o iluminar un espacio. Hay muchas formas de energía que la humanidad utiliza para movilizar las maquinarias que ha inventado para simplificar su trabajo.
El descubrimiento del fuego le dio al ser humano la posibilidad de calentarse y cocer sus alimentos utilizando energía. Por miles de años las demandas de energía de la humanidad fueron satisfechas únicamente utilizando fuentes renovables de energía como el sol, la biomasa (ramas, madera, hojas secas), la energía del agua corriente y el poder del viento.
Si pensamos en barcos cruzando el mar Mediterráneo o remontando ríos en Egipto o China en la antigüedad, lo hacían movidos por el viento o por la propia fuerza humana. El descubrimiento y uso de la fuerza del agua corriente con molinos o sistemas de irrigación permitió facilitar más el trabajo. La energía solar se utilizaba (y se utiliza) para conseguir calor y secar cosas (telas, papel, alimentos).
Con la revolución industrial, empezó el uso de los combustibles fósiles para obtener la energía demandada por la creciente industria. Esta explotación de los combustibles fósiles se ha dado en etapas, desde el uso del carbón a la explotación de las minas de petróleo y gas natural. Tan sólo ha transcurrido medio siglo desde que empezó a utilizarse la energía nuclear como fuente de energía. En las últimas décadas del siglo pasado se hizo evidente que el consumo de fuentes no renovables de energía y de combustibles fósiles ha causado más daño ambiental que ninguna otra de las actividades humanas.
La electricidad que se genera utilizando combustibles fósiles (fundamentalmente derivados del petróleo) produce una alta concentración de gases dañinos en la atmósfera. Ello ha llevado a problemas ambientales tan graves como el desgaste de la capa de ozono y el calentamiento global.
Otra fuente muy fuerte de contaminación ambiental es el combustible fósil quemado por los vehículos automotores. En la actualidad, decantarnos por el uso de energías renovables, más limpias y eficientes trasciende a la simple obtención de un certificado energético. Es una cuestión de valores morales y de compromiso social.
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