Hablar de ecología y energía en la actualidad parece un tema común e incluso, se ha banalizado a fuerza de repetir ciertos elementos clave en este asunto tan delicado. Parece que repetimos sin cesar términos como energías renovables, eficiencia, ahorro, etcétera, y con ello quizá han perdido un poco de su fortaleza e importancia. Pero no podemos permitir que ello suceda, pues cada vez es más urgente y prioritario hablar y retomar estas temáticas, para que conjuntamente podamos alcanzar los objetivos mínimos que se han establecido a escala comunitaria y colaborar así con un esfuerzo global por limitar nuestro impacto negativo en el planeta en su conjunto.
¿Cuáles son los objetivos que permiten a los países miembros de la Unión Europea delinear acciones individuales y comunitarias para acercarnos a un consumo eficiente de la energía y con ello, a una aproximación más positiva al uso de los recursos que la naturaleza nos ofrece? Como sabemos, existen objetivos de cara al año 2020 (cada vez más cercano), pero también hay una serie de lineamientos y metas planteadas a un plazo un poco más lejano: el año 2030.
Desde aquí en certificadodeeficienciaenergetica.com nos parece interesante revisarlos y poner un acento especial en nuestra área de desempeño: la eficiencia y la certificación energética, piedras angulares en el camino hacia un uso adecuado y menos violento hacia la naturaleza de nuestros recursos energéticos.
La experiencia de los objetivos fijados para el año 2020
El desarrollo del régimen de clima y energía de la UE se ha basado en dos enfoques clave. El primero se concentró durante años en establecer objetivos como un mecanismo de andamiaje para impulsar el cambio, respaldado por una gran variedad de instrumentos legales y administrativos, y tuvo como su proyecto estrella el denominado “Paquete Clima y Energía 2008”.
El segundo tuvo su origen y su fundamento en la agenda más amplia dentro del mercado de la UE de promover la competencia y limitar la intervención estatal en el mercado, y sigue teniendo en su núcleo el Mercado Interno de Energía, sustentado por una serie de paquetes legislativos cuyo origen data de la década de los 90 del siglo pasado.
Podríamos considerar que este es aún el actual régimen de clima y energía de la UE, y que por lo tanto ha evolucionado, crecido y se ha modificado desde esta estructura tripartita original. Ésta ha estado estructurada alrededor tres objetivos de alto nivel para 2020:
- Objetivo de reducción del 20% de gases de efecto invernadero (en comparación con una línea de base de 1990)
- Objetivo de penetración de energía renovable del 20% (incluido un objetivo secundario del 10% para transporte)
- Objetivo de ahorro energético del 20%.
Los objetivos 20-20-20 surgieron de un compromiso político realizado en 2007 por los líderes de la UE y este compromiso fue posteriormente transpuesto a la legislación.
Es decir, las buenas intenciones se tradujeron en un paquete consistente en un conjunto de objetivos e instrumentos legislativos de apoyo que sustentaron por años los esfuerzos ecológico-energéticos de los países miembros. Los lineamientos legales principales incluían cambios en los lineamientos comerciales, objetivos nacionales vinculantes diferenciados para la reducción de emisiones contaminantes y para el fortalecimiento en el uso de energías renovables bajo la Directiva de Energía Renovable, reflejando puntos de partida relativos y potencial de desarrollo.
El objetivo de ahorro de energía no se abordaba en el paquete legislativo original, ya que el objetivo no era vinculante, a diferencia de los objetivos relativos a las emisiones carbónicas y al uso de energías renovables. Esta omisión fue parcialmente abordada en la Directiva de eficiencia energética de 2012, que se centraba en medidas vinculantes claras y precisas.
Esta directiva de eficiencia energética se esperaba que colaborara en una reducción del 17% en energía a utilizar hacia el año 2020 – 3% menos que el objetivo del titular original.
La cuestión después de leer todas estas buenas intenciones, es saber si se han traducido en acciones concretas que acerquen a los países de la UE a lograr las metas planteadas.
En cuanto al uso de energías renovables y los objetivos de emisiones contaminantes, éstos parecen estar listos para ser cumplidos, aunque el progreso es desigual en todos los Estados miembros y ciertos países no han cumplido los objetivos provisionales. Varios países han tenido que regresar sobre sus pasos, establecer modificaciones legales, incentivas y medidas para poder redoblar sus esfuerzos y cerrar distancias de cara a la llegada del año 2020.
¿Cuáles son los objetivos hacia el año 2030?
Nos parece interesante revisar puntualmente los objetivos del Marco sobre Energía y Clima para el año 2030 de la Comisión Europea para la Energía, el Cambio Climático y el Medio Ambiente, para así poder ver en qué medida la experiencia de lo ocurrido con los objetivos 20-20-20 se ha reflejado en cambios de perspectiva al plantear metas.
Este marco parte de tres objetivos principales:
- Reducción de un 40% en las emisiones de gases de efecto invernadero (tomando como referente los niveles de 1990)
- Un 27% mínimo de cuota de energías renovables en el mix energético comunitario.
- Un 27% de intensificación y mejora en la eficiencia energética.
Este marco fue adoptado por los líderes de la UE en octubre de 2014 y no sólo parte de los errores y aciertos de los objetivos al año 2020, sino que también ha tomado en cuenta integrar como meta el logro de una energía sustentable y competitiva con mínimo consumo carbónico. Todas estas metas pueden consultarse en los documentos:
- Hoja de ruta hacia una economía hipocarbónica competitiva en 2050
- Hoja de ruta de la energía para 2050
- Libro Blanco sobre el Transporte
La propia Comisión desglosa brevemente estos tres objetivos para dar más índices de cómo se pretende que los Estados miembros lograr dar pasos significativos en su alcance.
En cuanto a las emisiones de efecto invernadero, se considera que éste es el objetivo más importante y se le da un tratamiento que valoriza este sitio como piedra angular en la construcción de una Europa más independiente en términos energéticos, y también más apegada a una mentalidad ecológica más intensa.
El marco contiene por ello, un objetivo vinculante, es decir, que aprieta las tuercas de los gobiernos de los Estados miembros para permitirles fomentar una auténtica reducción de las emisiones en todo el territorio en al menos un 40% por debajo de los niveles de 1990 para 2030.
¿Para qué enfatizar esta reducción de emisiones de efecto invernadero? Todas las medidas que se puedan tomar a este efecto permiten avanzar en una meta mucho más ambiciosa y también mucho más estricta para delinear un futuro ecológica y socialmente viable: reducir las emisiones en un 80-95%. Además, permitirá que los estados miembros se apeguen a contribuir de forma ejemplar con los Acuerdos de París.
Ahora bien, para lograr el objetivo de la reducción mínima del 40%, se deben tomar una serie de medidas muy concretas, puesto que hasta ahora los esfuerzos conjuntos de los Estados de la UE no han sido suficientes y en ocasiones son muy desiguales entre países. Los lineamientos que establece la Comisión son los siguientes:
“Los sectores incluidos en el régimen de comercio de derechos de emisión de la UE (RCDE) deberían alcanzar una reducción del 43% en relación con los niveles de 2005, para lo que habría que reformar y reforzar el RCDE.
Los sectores no incluidos en el RCDE deberían alcanzar una reducción del 30% en relación con los niveles de 2005, para lo que habría que establecer objetivos vinculantes en cada Estado miembro.”
¿Cómo se explican estos lineamientos? Cada país miembro debe establecer objetivos claros que se traduzcan en una serie de lineamientos legales y líneas de acción para que tanto en términos de industria, transporte y habitación, sea posible alcanzar estos objetivos.
En lo que se refiere a energías renovables, el objetivo de un aumento del 27% de la proporción del mix energético en cada Estado miembro de las energías limpias y renovables también se traduce como objetivo vinculante, con las mismas obligaciones que el objetivo anterior.
Finalmente, el tercer objetivo, el referente a la eficiencia energética también tiene un carácter vinculante y ello resulta un paso significativo: cada objetivo tiene un carácter vinculante, con lo que se fuerza a los gobiernos a tomar cartas reales en el asunto y avanzar de forma más decidida en la construcción de una Europa con una economía hipocarbónica, y a la vez, con mayor independencia energética.
Evidentemente, las consecuencias o resultados positivos de que los Estados miembros se pongan con intensidad a delinear programas para cumplir con estos objetivos son positivas en muy distintos aspectos. Económicamente, la seguridad energética vendría acompañada de la creación de nuevas oportunidades de negocio, inversión y empleo. Y ello sin contar las enormes ventajas medioambientales y de salud públicas derivadas de un cambio absoluto de paradigma energético.
Por supuesto que habría necesidad de una alta dosis de inversión, se habla de más de treinta millones anuales, pero éstas se compensarían con ahorros significativos en combustibles y otros recortes energéticos debidos a la intensificación de las medidas en pro de la eficiencia energética.
Al final de cuentas, es normal que sea necesaria una movilización de recursos. De cualquier forma, serían recursos invertidos en la energía, puesto que se gastaría en la importación, tratamiento y transporte de energías fósiles de las cuales Europa no es productora.
En cambio, a largo plazo, hay un retorno de inversión mucho más que interesante que se aúna a las otras ventajas de crear una red energética europea sustentable, ecológica y respetuosa del medio ambiente.
La cuestión será ahora que cada país traduzca de acuerdo a su propia realidad nacional y a los avances que haya realizado en términos legislativos desde hace 20 años, pues es el lapso de tiempo en que se ha trabajado de forma más intensiva el cambio energético europeo.
En España ¿cuáles serían nuestras prioridades? Una muy grande es renovar el parque inmobiliario, que es un consumidor importante de recursos energéticos y de una forma poco eficiente. De ahí la importancia de la certificación y la auditoría energética, así como de los estímulos a la renovación de los sistemas de calefacción y producción de agua caliente sanitaria.
En términos de producción eléctrica tanto doméstica como industrial, nuestro país también tiene aún un largo camino por recorrer.
Las directivas europeas resultan importantes porque representan objetivos, metas y obligaciones conjuntas, pero un análisis a escala local debe complementar esta visión global para poder aterrizar las buenas intenciones en realidades factibles y tangibles.
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