Energía. ¿Qué es lo primero que pensamos al escuchar esta palabra? Quizás en la fuerza que tenemos por la mañana después de tomar un café para cumplir con todas nuestras tareas del día. Esa es la idea general que engloba para muchos de nosotros el concepto de energía: fuerza para movilizar cosas, para realizar tareas. Y si hacemos una definición científica, la energía es precisamente la capacidad que tiene la materia para realizar un trabajo.
Ahora, si a la palabra “energía” le añadimos el término “ahorro”… el panorama cambia por completo. La cabeza se nos llena de apagar las luces cada vez que salgamos de una habitación y de la idea de no dejar conectados los aparatos eléctricos. Pero qué sucede cuando hablamos de eficiencia energética… quizá en ese momento la mente se nos quede un poco en blanco o tengamos una imagen semejante a la del ahorro de energía. Sin embargo, ambos conceptos representan ideas muy diferentes enfocadas hacia una meta semejante: evitar el desperdicio de los recursos energéticos con los que cuenta la humanidad.
Para poder abordar la diferencia entre ambos conceptos, es preciso que en primer lugar los definamos brevemente, y, a continuación, podremos realizar un contraste entre sus semejanzas y diferencias.
Ahorro de energía
Hagamos una comparación. Pensemos en la energía como si fuera dinero. Ahorrar dinero significa no gastar en algunas cosas, que quizás eran necesarias, con el fin de reservar una determinada suma con otro objetivo en mente. Esta suma la podemos ir almacenando en casa, en la tradicional hucha, o irla acumulando en una cuenta de ahorros de un banco. Es decir, al ahorrar, estamos almacenando nuestros recursos. Al hablar del ahorro de energía, la idea es muy semejante: de una cantidad de recursos energéticos dados, elegimos reservarlos, almacenarlos para más tarde, tomando para ello medidas muy específicas. El ahorro de energía es una buena idea, pero no representa una solución a largo plazo. Estamos tomando recursos energéticos que ya existen y reservándolos para otros usos.
Ofreciendo un concepto más preciso podríamos decir que ahorrar energía es el acto de ahorrar los recursos energéticos reduciendo su servicio. En otras palabras, para ahorrar energía hay que dejar de utilizarla. Ciertos ejemplos son utilizar menos el automóvil, disminuir la temperatura del termostato uno o dos grados en invierno o desconectar el ordenador cuando no lo estemos utilizando. Como podemos ver, en todos esos ejemplos, lo que hemos hecho es reducir el uso de electricidad o combustible. Este tipo de medidas quizá se traduzcan en una reducción paralela de nuestras comodidades, pero así mismo representan una disminución en el coste de las facturas de electricidad y combustible que pagamos.
El uso eficiente de la energía
Si ya habíamos afirmado que usar de forma eficiente la energía implica una serie de medidas muy diferentes al ahorro de la misma, ¿qué puede ser? Aquí no estamos hablando de cortar el uso o reducir el uso que hacemos de nuestros recursos. Regresemos a la comparación con el dinero. Hacer un uso eficiente de nuestros recursos económicos no significa no comprar algo y guardar una suma en el banco. Por el contrario, significa valorar en qué estamos gastando nuestro dinero de forma mensual, apreciar por ejemplo, si estamos habituados a comprar la leche de cierta marca, ver que podemos comprar otra marca que es más económica y cumple con las mismas normas de seguridad, higiene y nutrición. Es decir, no estamos dejando de beber leche. No estamos cortando nuestro confort o comodidad. Estamos sustituyendo sabiamente una cosa que nos satisface por otra.
Es precisamente eso de lo que habla la eficiencia: de maximizar el uso que hacemos de un recurso dado. Contamos con ciertas fuentes de energía, bueno, al usarlas de forma eficiente estamos explotando hasta la más mínima cantidad y en la mejor forma posible, de forma que además, no implique una reducción de nuestra calidad de vida.
Cuando usamos el adjetivo eficiente para referirnos por ejemplo, al trabajo de una persona, queremos decir que lo hace muy bien. Que no pierde el tiempo, que los resultados que produce son buenos. Hablamos de calidad. Utilizar eficientemente la energía representa precisamente eso: hacer un uso de gran calidad de nuestros recursos energéticos. En último término, se traduce inclusive en un ahorro, pero ése no es su objetivo principal.
La importancia de la eficiencia energética, video en inglés.
Una vez que hemos especificado los dos conceptos, podemos empezar a abordar sus diferencias para clarificar un poco la idea que nos produce el término eficiencia energética.
Eficiencia y ahorro: dos ideas diferentes
Continuemos con los ejemplos prácticos que nos permiten interpretar la diferencia entre estos dos conceptos. A los maratonistas les explican siempre, al entrenar, que no deben correr muy rápido, sino regular su velocidad. Ello les permite almacenar energía de forma que tengan suficiente al final de la carrera para ser capaces de cruzar la línea de meta. Un corredor eficiente corre de una forma diferente, puesto que se concentra en utilizar técnicas adecuadas para correr, y al usar estas técnicas no desperdicia energía y es capaz no sólo de llegar con suficiente energía a la línea de meta, sino que llega más rápido.
El ahorro y la eficiencia de la energía no son importantes no sólo para quienes corren una maratón, sino para todos, sobre todo si hablamos de la increíble dependencia que como sociedad tenemos hacia los combustibles fósiles. A pesar de qué ambas son importantes, como ya hemos visto, representan formas diferentes de aproximarnos al problema.
Ambas son formas de disminuir el consumo general de energía, pero no de la misma forma. La eficiencia energética parte del punto neurálgico de qué se ahorra energía, pero se mantiene el mismo nivel de comodidad o servicio. Por ejemplo, si al salir de una determinada habitación apagamos las luces, estamos ahorrando energía. Si reemplazamos un foco incandescente (altamente ineficiente) con uno más compacto y que rinda más por la misma cantidad de energía, estamos practicando la eficiencia energética.
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Como podemos observar en el esquema, la forma más clara de mantener diferenciados los conceptos es pensando en el ahorro de energía como «recortar el uso de energía» y en la eficiencia energética como «usar la energía de forma más efectiva». Esta última utiliza los avances en la ciencia y la tecnología para proporcionar tanto servicios como productos que requieran el uso de menos energía. Entre los ejemplos que arroja la eficiencia energética está por ejemplo el reemplazar los electrodomésticos viejos con otros más modernos y que sean más eficientes (hagan más trabajo por la misma cantidad de energía). Otro gran ejemplo es el aislamiento térmico de una casa. Un hogar bien aislado le permite al dueño reducir el uso de la calefacción y la ventilación manteniendo una temperatura agradable todo el año dentro de la casa. Reemplazar las ventanas por ventanas aislantes es otra medida relacionada con la eficiencia energética. Incluso la forma en qué una casa está construida puede implicar eficiencia energética puesto que permite valerse de la luz solar para la iluminación y también para el calentamiento de la casa.
En último término podemos sintetizar esta diferencia diciendo que con el uso eficiente de la energía no es necesario renunciar a nuestra comodidad, como al ahorrar energía. El ahorrar la energía implica un cambio de comportamiento, como por ejemplo, lo que mencionábamos, bajar el termostato un par de grados en invierno. La eficiencia energética representa mejoras físicas como por ejemplo, reemplazar las luces, los electrodomésticos y mejorar el aislamiento de nuestra casa.
A primera vista, el cambiar hacia un uso eficiente de la energía puede parecer una mayor inversión y más difícil de lograr. Pero tenemos que pensar en las ventajas que presupone: no disminuir nuestro nivel de vida, y sobre todo, sacarle jugo al máximo a los recursos energéticos con que contamos, lo cual a largo plazo es más fácil de hacer que cortar su uso simple y llanamente.
Un paso más allá: el uso sustentable de la energía
Si con esta diferenciación hemos explicado que el uso eficiente de la energía resulta una opción más viable al simple ahorro de la misma puesto que implica maximizar la forma en que utilizamos los recursos existentes, permitiendo con ello prever a futuro, hay un concepto más que puede resultar un tanto nebuloso al hablar de energía. Se trata del de sustentabilidad. ¿Cómo podemos diferenciar el uso eficiente de la energía del uso sustentable de la misma?
Empecemos por decir que al igual que con la pareja de conceptos ahorro y eficiencia, la sustentabilidad en el uso de la energía trasciende a su utilización eficiente. Tomemos la idea de un negocio. El negocio sustentable ideal tiene productos de desecho o subproductos que son cien por cien utilizables. No hay desperdicios y por lo tanto, este negocio ideal no requiere casi insumos. Sus insumos y subproductos son un ciclo. Pensemos, para profundizar en este ejemplo, en el departamento de informática de una gran empresa. Un departamento de informática con ordenadores y maquinaria semejante, produce un subproducto: mucho calor. Si ese calor es disipado por un ventilador adicional, estamos gastando energía adicional para el enfriamiento. Eso no es ahorro, ni eficiencia y mucho menos sustentabilidad. Si el calor simplemente se redirige por un canal de ventilación, esa es una solución eficiente. Por otro lado, una solución sostenible sería tomar ese calor adicional, ese desperdicio y redirigirlo para generar calor en otras oficinas o áreas de la empresa donde hay empleados trabajando en áreas más frías. ¿Cómo detectamos que ésta es una solución sustentable? Porque hay cero desperdicio. El alimentar esa área de informática con electricidad producida ya sea por paneles solares o alguna otra fuente renovable, nos daría un sistema sostenible casi perfecto.
Una explicación gráfica y precisa sobre la sustentabilidad energética
Ahorro, eficiencia y sustentabilidad: un ejemplo práctico
Los tres conceptos diferentes que hemos abordado hasta ahora nos hablan de producir un cambio sensible, no sólo como sociedad sino también como individuos. Implica una transformación de hábitos que a muchos nos parece no sólo difícil o cara, sino en ocasiones absurda y redundante. Nada más lejos de la realidad. Para probar esta idea, de que avanzar hacia la eficiencia y la sustentabilidad es la mejor alternativa que tenemos como sociedad, podemos abordar el ejemplo del poblado alemán de Wildpoldsried. En este pequeño pueblo, han escogido aproximarse lo más posible a la eficiente solución sustentable perfecta. Es una comunidad que produce un 321% más de energía de la que necesitan, gracias al uso de energías renovables. Con una población de dos mil seiscientos habitantes, Wildpoldsried es un poblado que gana más de cinco millones de dólares adicionales al revender la energía adicional que producen. De más está decir que no consumen combustibles fósiles más que al mínimo, y muchas de sus ganancias se reinvierten en cuestiones necesarias en términos sociales y de desarrollo económico para el pueblo.
Este poblado, rodeado de generadores eólicos, que recolecta biomasa y cuyos tejados están cubiertos de paneles solares, es la demostración factual de que la colaboración entre ciudadanos e instituciones públicas y el cambio de mentalidad son suficientes para pasar de un uso inadecuado, al ahorro, al uso eficiente, y finalmente al uso sustentable de la energía.
Entender adecuadamente estos conceptos es el primer paso para dar nuestro cambio como ciudadanos e individuos e involucrarnos en el uso cada vez más eficiente y sustentable de la energía.
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