La reflexión colectiva sobre el uso de la energía ha avanzado de forma drástica y significativa en los últimos años. Las personas, las empresas, las instituciones… todos los actores sociales se involucran cada vez más en la protección del medio ambiente vía un uso más razonado y eficaz de la energía.
Medidas como la obligatoriedad del certificado de eficiencia energética representan un avance en la forma en que la sociedad realiza su consumo de energía.
Aun así, hay muchos factores en el mercado y mundo del consumo de energía que permanecen parcialmente en la sombra y que no tomamos en cuenta al momento de tomar decisiones que beneficien no sólo a nuestro bolsillo sino también al medio ambiente. Uno de estos factores es la denominada energía gris, un elemento que no es evidente pero que incrementa significativamente la huella de carbono de una comunidad, un país o una familia.
¿Qué es la energía gris?
Se denomina energía gris a la energía «oculta» en un producto, es decir, la energía que se utilizó en todo el proceso (completo, de principio a fin contando las materias primas) de producción del mismo.
En Europa, el promedio es que los electrodomésticos consumen dos veces más energía gris que energía directa.
Y a pesar de este impacto tan significativo de la energía que se consumió al producir todos los dispositivos que compramos en su factura energética final, es muy poco lo que conocemos como consumidores de este concepto. Existen ciertos mitos e ideas erróneas que giran en torno a esa energía escondida tras cada uno de los electrodomésticos y dispositivos eléctricos que compramos.
Un ejemplo clásico lo constituyen los automóviles. Muchas personas tienen la errónea creencia de que un auto contemporáneo requiere menos energía en su fabricación, en su uso cotidiano y en su mantenimiento. De esos factores el único que ha reducido es el consumo de combustible cotidiano. Los autos más modernos están equipados con sistemas como un GPS, ventanas eléctricas, retrovisores eléctricos, ordenador a bordo y muchos otros que implican una gran cantidad de energía para ser fabricados.
Saber cómo se fabrica un producto es muy importante para tomar decisiones que no perjudiquen al medio ambiente y que estén tomadas en el marco de una estrategia de eficiencia y ahorro energético.
El cálculo de la energía gris que está detrás de un producto implica tomar en cuenta muy diversos elementos, por ejemplo:
- La extracción y transporte de las materias primas utilizadas para la realización del producto.
- La transformación de estas materias primas y la manufactura del producto final.
- El empaquetado del producto.
- El envío del mismo a los distribuidores.
- El reúso, reciclaje o destrucción del producto como basura.
Es un análisis que se podría denominar «de la cuna a la tumba» de un producto. Por supuesto que es mejor si es de «cuna» a «cuna» si el producto puede ser reciclado.
La energía gris en un edificio
El parque inmobiliario español sigue siendo, debido a su antigüedad, un importante consumidor de energía. Pero la construcción de un edificio nuevo, ¿qué tan ecológica es? ¿Hay mucha energía gris implicada en esta construcción?
¿Cómo se puede minimizar el impacto ecológico de una construcción? La cuestión de cómo pueden preservarse los recursos y no sólo en la instalación de sistemas eficientes de calefacción, pero sino también durante la construcción es compleja porque implica reflexionar, medir y decidir sobre materiales que no consuman demasiada energía en su producción y que al final de su vida útil en esa función puedan ser reciclados.
Estudiar el impacto ecológico de grandes proyectos inmobiliarios es una herramienta para determinar si en el mundo de la construcción la proporción de energía gris tiene las mismas dimensiones que en el apartado de los electrodomésticos y dispositivos electrónicos.
Este análisis debe considerar, como todo aquel que tenga por objetivo un estudio profundo de la energía gris detrás de algún producto o servicio, todos los elementos posibles. Entre los factores a tomar en cuenta están:
- Los materiales de construcción.
- La producción de la energía eléctrica durante la vida útil del inmueble.
- La satisfacción de las necesidades de calefacción y agua caliente sanitaria durante la vida útil del inmueble.
- Los procesos necesarios de mantenimiento del inmueble.
- La energía precisa para su posible demolición a futuro.
Este análisis abarca y extrapola todo el consumo energético realizado en las siguientes 4 fases:
- Construcción.
- Uso
- Renovación.
- Demolición.
En estudios ya realizados extrapolando estos factores a un uso de 50 años para un inmueble determinado, se ha notado que el mayor impacto de energía gris proviene de las vigas de concreto utilizadas en la construcción, cuya fabricación, traslado e instalación corresponden a una cantidad equivalente a más de 25 años de la producción de gases de invernadero provenientes del uso cotidiano de energía en el inmueble.
Tomando en cuenta todas las etapas de construcción de un inmueble, los materiales de construcción en su totalidad representan casi 50 años de operación de un edificio. La energía consumida en la construcción y demolición de un inmueble sería suficiente para que los residentes contaran con calefacción por catorce años.
Por ello y para reducir el impacto de esta energía gris, es preciso utilizar materiales adecuados y una planificación adecuada pueden ser claves para reducir el impacto ambiental al mínimo.
Pequeños cambios de previsión pueden ser realmente significativos, por ejemplo, la decisión de no contar con estacionamiento subterráneo. Como ya habíamos mencionado las vigas de concreto tienen un gran impacto contaminante debido a la energía consumida en la fabricación del acero que sostiene y da forma a dichas estructuras.
Ello no quiere decir que se deba renunciar a construir más y mejores espacios de residencia para la población, simplemente que, para reducir el impacto de esta energía gris, se necesitan proyectos que estén pensados para durar varias generaciones, que sean sostenibles ecológicamente y que, además, cumplan con los estrictos criterios de la certificación energética.
¿Qué podemos hacer para reducir el impacto de esta energía gris?
Para reducir el consumo de energía gris hay diversas pautas en la vida cotidiana que pueden tomarse en tanto que consumidor:
- No imprimir documentos más que cuando sea estrictamente necesario, y cuando se haga que sea por ambos lados del papel: ello hace más eficiente el uso de energía utilizada en fabricar el papel.
- Comer menos carne: producirla requiere una gran cantidad de energía y fertilizantes contaminantes. El ganado también emite metano al digerir.
- Elegir productos sin paquetes plásticos. Comprar «a granel» siempre que sea posible es una excelente forma de reducir este impacto gris.
- Reutilizar y reciclar siempre que sea posible.
- Comprar productos locales y de temporada, pues ello reduce las emisiones de gases de invernadero.
- Comprar objetos de ocasión o segunda mano. Ello alarga la vida útil de un objeto y con ello, disminuye el impacto de la energía utilizada en su producción.
¿Es realmente posible rastrear toda la energía gris que se esconde tras los productos que consumimos?
Tristemente, la respuesta es no. La globalización de la producción es tal en este momento histórico que incluso un producto simple es difícil de analizar en cuanto a los parámetros de la energía gris.
Pensemos por ejemplo en un Smartphone. Prácticamente, no hay fábricas españolas en que se produzcan estos dispositivos. Cada vez que compramos uno, vendrá de una fábrica localizada en otro país, generalmente China, Taiwán o Corea. El producto vendrá además bien empaquetado y envuelto en bolsas plásticas y cajas. Todo ello: el embalaje y el transporte, representa un gasto energético. En la fábrica (donde también se gasta energía), un solo teléfono se arma con al menos 400 partes y piezas diferentes, minúsculas, pero necesarias. Todas ellas fueron fabricadas en alguna parte y después transportadas a la fábrica de ensamblaje. Más paquetería, transporte equivale a más gasto energético. Estas piezas pequeñas se producen en su mayoría con minerales diversos, que hay que extraer de la tierra. Es prácticamente imposible rastrear de dónde vienen cada uno de estos «ingredientes» porque la fábrica de cada pieza los compra a mayoristas globales… el cálculo es casi imposible de hacer. Lo que es innegable es que cada una de estas etapas de producción y transporte equivale a gastos sucesivos y continuos de energía.
Y ello no es sólo cierto para productos de alta tecnología como un teléfono inteligente. Incluso productos con poca transformación llevan una huella de energía gris si vienen de un sitio lejano. Manzanas importadas de un país distante que en ocasiones y de forma paradójica resultan más económicas al consumidor particular que las cosechadas a pocos kilómetros de su hogar, pero que representan un mucho mayor gasto energético en cada transporte.
Existen ciertos esfuerzos académicos e institucionales de medir el impacto que el consumidor tiene en cuanto a gasto energético cuando compra o adquiere un bien o servicio, pero no son exhaustivos. Es interesante sin embargo consultarlos para poder tomar decisiones informadas y que ayuden a disminuir nuestra huella de carbono. La mejor base de datos es Ecoinvent, se encuentra en inglés, pero revisarla puede resultar bastante interesante para comprender la importancia de la energía gris.
La importancia magnificada de la eficiencia energética
Analizar cada objeto que compramos y utilizamos en la vida diaria, cada servicio que nos beneficia y nos otorga satisfactores a la luz de la energía gris que ha sido invertida en su producción puede ser repentinamente abrumador. Ello porque es inevitable requerir de satisfactores para nuestras necesidades cotidianas.
Es en ese sentido que elecciones inteligentes de consumo y esfuerzos adicionales que compensen esta necesidad de satisfacer necesidades para un menor y más eficaz consumo de energía cobran un gran valor ecológico.
Además de las medidas previamente mencionadas, es importante destacar el valor de las medidas enfocadas a reforzar la eficiencia energética.
La certificación energética, el etiquetado energético, las normas de construcción energéticamente eficiente y muchas otras medidas, permiten que más allá de la energía gris ya gastada en la producción de un bien determinado, no haya desperdicio energético subsecuente y cada “gramo” de energía dé la mayor cantidad de satisfactores posibles.
También cobra un gran valor la implementación de medidas de eficiencia energética en la producción de bienes y servicios: a escala industrial y agroalimentaria, además de aquellas normativas que se enfoquen a hacer más eficiente el transporte de bienes.
La concientización y la toma de medidas a escala social y empresarial reforzarán sin dudas este largo combate ecológico que representa un uso cada vez más eficiente de la energía, del que empresas especializadas en la certificación energética como certificadosdeeficienciaenergetica.com formamos una parte fundamental.
Excelente explicación de la energía gris, muchos desconocen todo lo que implicó la fabricación de un objeto que tengamos en mano. Cuando la idea es más clara se toma mayor conciencia sobre el reciclaje, el uso de los recursos y el cuidado extendido de objetos que hemos adquirido.
El uso eficiente de la energía empieza desde el momento «0» de su fabricación.