Hablar de consumo energético es sin duda alguna hablar de combustibles fósiles. Desde el principio de la era industrial, con sus comodidades sociales y su producción masiva, la fuente primordial de energía para alimentar el motor de la vida moderna, ha provenido de los combustibles fósiles: carbón, petróleo y sus derivados. Es difícil imaginar la forma de vida contemporánea, la manera en que nuestra sociedad produce sus necesidades esenciales sin el consumo de petróleo y otros combustibles fósiles. El nacimiento de la máquina de vapor estuvo íntimamente ligado al uso del carbón como combustible, y la tecnología actual para la producción de electricidad es sobre todo dependiente del petróleo o sus derivados. El gas natural aparece recientemente como la más novedosa de estas fuentes de energía que siguen dependiendo de su combustión para generar energía, ya sea movilizando automóviles y otros medios de transporte, o produciendo electricidad.
Sin embargo, la conciencia mundial e incluso algunas razones económicas empiezan a dejar ver que hay alternativas posibles y viables, y que quizás esta dependencia moderna y contemporánea hacia los hidrocarburos y sus derivados no sean tan “eternas” como parecían. Y que una crisis energética a gran escala conforme este tipo de insumos energéticos vayan haciéndose más escasos quizá no se presente. Los esfuerzos en pro de la eficiencia energética y el uso de energías limpias y renovables están cambiando no sólo a la sociedad, sino también a las altas esferas económico-tecnológicas, rediseñando y redibujando el panorama energético mundial.
Idealmente, estamos en un momento a escala global (a pesar de las grandes diferencias de aproximación tecnológica y disponibilidad de recursos entre países de diversas latitudes) en que vivimos el punto más alto de consumo energético de combustibles fósiles. Ello no quiere decir que ya se estén agotando estos recursos, sino más bien porque las alternativas, las fuentes renovables y más limpias de energía, poco a poco se están convirtiendo en opciones más económicas. Un gran punto de apoyo a este cambio es el desarrollo continuo de la tecnología que da sustento a los coches eléctricos, así como al avance cada vez más eficaz del almacenamiento de la energía renovable en baterías. ¿Es posible que la dependencia a los hidrocarburos vea en el horizonte su decrecimiento significativo? Algunos elementos de análisis (sobre todo realizados prospectivamente por ejemplo por Bloomberg New Energy Finance) indican que sí, aunque quizá no tan pronto como el medio ambiente lo necesita.
Competencia de precios a largo plazo
Desde hace aproximadamente ocho años, el recurso energético de origen fósil al cual mayor acceso se tiene en diferentes países (sobre todo en los Estados Unidos) es el gas natural. Sin embargo, debido sobre todo a la forma en que se extrae – estando el tan criticado fracking involucrado -, y a la caída en el precio de producir energías limpias, el gas natural no llegará a su prometida “época dorada” en el mercado energético.
A pesar de que tanto el carbón como el gas natural han disminuido sus precios en porcentajes superiores al 25% en los Estados Unidos, no logran ser competitivos para los precios (y en ocasiones ventajas fiscales) que ofrece la inversión en energías renovables. En este panorama de lucha de precios y condiciones, parece que el año 2025 representará el punto más alto en el consumo de petróleo, gas natural y carbón, para después enfrentar la caída paulatina en su consumo, favoreciendo otro tipo de recursos y fuentes energéticas.
Si hay una demanda que sigue en aumento a pesar de los cambios tecnológicos, es la de la electricidad. Y si se consume electricidad, hay que producirla. Debido a la creciente demanda de energía eléctrica, las previsiones indican que para el año 2040, la inversión en combustibles fósiles habrá aumentado en aproximadamente dos billones de dólares. Es una cifra elevada pero que no compite con los casi ocho billones que se habrán invertido en energías renovables como la eólica y la energía solar. La progresión ha sido lenta, pero los estudios de Bloomberg hacen una prospectiva muy interesante: en el año 2027 el coste de construir nuevas instalaciones eólicas o solares ya será menor al de las plantas que se valen de la combustión de combustibles fósiles y que ya existen. Todo ello permitirá que no sólo por razones ambientales y de previsión en el posible agotamiento de las reservas, sino también por motivos económicos, se dé un importante viraje sólido hacia las energías renovables.
¿El coche eléctrico al rescate?
La mayor demanda de fuentes energéticas es sin duda la que viene de la producción de energía eléctrica. Los combustibles demandados para la movilización de medios de transporte no tienen las mismas astronómicas dimensiones. Es por ello que resulta tan interesante el incremento paulatino y lento pero sólido y continuo de la demanda de los automóviles eléctricos. De hecho, en economías que han realizado con mayor éxito el cambio hacia las energías renovables (Alemania siendo el caso paradigmático en este sentido), esta demanda creciente de electricidad producto de los coches eléctricos es importante pues impide que el avance en cuanto a las pautas de eficiencia energética se enfrente una caída en la demanda de electricidad, pues hay una gran producción de este recurso vía paneles solares y centrales eólicas.
Hay otro aspecto que hace muy interesante la demanda por los combustibles y la energía limpios. En este caso en particular, una mayor demanda no encarece el servicio, sino que hace que aumenten las oportunidades de escala y por consecuencia, disminuyan los precios. En lugar de hacerse un círculo vicioso, se genera un círculo virtuoso muy interesante para el mercado energético. Gracias a los coches eléctricos y a las baterías que permiten almacenar de forma más eficiente la energía eléctrica proveniente de paneles solares, la energía renovable puede ser accesible de formas que en otros momentos era imposible y estar presente de forma competitiva en el mercado de la energía.
Diferencia entre tecnología energética y combustible
La energía solar y la energía eólica no dependen de quemar un insumo constante de combustible, sino que dependen del desarrollo tecnológico. Una vez hecha la instalación, esta energía se hace más económica y más eficiente con el tiempo. Ello es válido tanto para la energía solar como para la energía eólica. Las perspectivas indican que en el año 2030 las energías renovables serán la fuente más barata de energía disponible.
Ello a pesar de que el no contar con un insumo regular y constante, lo que hace que el funcionamiento de una central de producción eléctrica, por ejemplo, se calcule de forma diferente. Una central eólica que puede producir una cantidad determinada en el momento de mayor viento, no lo hará así a lo largo de todo el año. Así que su producción se calcula alrededor del treinta por ciento (o hasta el 50% con tecnologías más modernas). Ello podría parecer un gran inconveniente para lanzarse a construir una planta de producción eléctrica con este tipo de energías, pero a la larga puede resultar muchísimo más barato y productivo, precisamente por la no necesidad de seguir invirtiendo en una materia prima constante, pues ésta (aire y sol), es gratuita.
Otro beneficio que hace que cada vez nos decantemos más por el uso de energías renovables para la producción de electricidad (cuya demanda no se prevé que se reduzca en el corto ni largo plazo), es que las plantas ya existentes que se valen de carbón, gas o cualquier otro derivado de los hidrocarburos como el petróleo, se desgastarán menos ante un uso menos intensivo, con lo que serán un respaldo ideal para momentos de “escasez” de producción en plantas eólicas y solares.
Como podemos ver, el hecho de que las energías renovables sean más dependientes de la tecnología de punta y no de un insumo constante de combustible es una de las razones por las cuales el mercado energético se ha revolucionado tanto hasta el punto de plantearnos que en un futuro no muy lejano, el decrecimiento en la dependencia mundial hacia los combustibles fósiles.
Otros elementos de cambio
Europa, como lo sabemos por las acciones cotidianas que debemos llevar a cabo como la tramitación de un certificado energético cuando queremos poner en venta o alquiler un piso de nuestra propiedad, ha tomado medidas bastante serias y formales en torno a la producción de energía cambiando de forma paulatina pero constante hacia la limpieza y la eficiencia energética, aunque no sin obstáculos, pues siempre habrá una cierta resistencia empresarial, institucional y social a los cambios. Sin embargo, la cuestión de la dependencia energética hacia los combustibles fósiles y la contaminación que usándolos se produce es un problema más bien de escala planetaria y no nacional o europea.
Es por ello que resulta interesante volver la mirada hacia los dos países con mayor demanda de electricidad en el mundo debido a su gran población: la China y la India.
Estos dos países representan un enfoque completamente distinto ante el desafío que representa producir energía eléctrica y las necesidades derivadas de ésta para sus poblaciones grandes y crecientes. Por un lado China, país que se había convertido en el país más contaminante del planeta y que dependía fuertemente del carbón para su producción eléctrica, ha hecho cambios estructurales interesantes y en las próximas décadas será el país que más habrá reducido su proporción de emisión de gases de efecto invernadero. Por otro lado está el caso de la India, país cuya población en su mayoría tiene un acceso limitado y restringido (o incluso inexistente) a la energía eléctrica y que está realizando los trabajos de infraestructura necesarios para subsanar esta situación, pero utilizando la gran cantidad de carbón con que cuenta de forma natural.
Este último caso nos hace abrir los ojos ante el hecho de que más allá de las grandes ventajas ecológicas, económicas e incluso de confort social que representa el uso eficiente de la energía y la inversión en energías renovables, el cambio sólido que se está dando en favor de su uso no está llegando suficientemente a tiempo.
El cambio climático se hace cada vez más evidente y estamos globalmente muy cerca de llegar al aumento de dos grados centígrados en la temperatura planetaria: el punto de no regreso para una serie de continuas e inclementes consecuencias irreversibles para la Tierra en su conjunto.
El punto positivo en este análisis es que el cambio de ruta se está dando y que en este tipo de prospectivas aún no se contemplan otros avances tecnológicos que pueden representar un buen punto de quiebre para la disminución drástica en el uso de combustibles fósiles e impulsar con sólidos argumentos económicos a instituciones, gobiernos y empresas a valerse cada vez más de este tipo de energías.
De nuestra parte, a escala personal y al menos en la medida de lo posible, podemos decantarnos por el uso de electrodomésticos y sistemas de producción de calefacción y agua sanitaria más eficientes o que usen al menos parcialmente una fuente renovable de energía. Esta decisión también incide positivamente en una calificación energética más alta, con lo que no hay pérdida económica alguna y si estaremos colaborando con nuestro grano de arena en este cambio tan intenso que debemos realizar como sociedad para dejar de depender, de una vez por todas, de los combustibles fósiles.
(Para más información respecto al estudio prospectivo sobre la disminución en el uso de combustibles fósiles, es recomendable visitar la página de noticias de Bloomberg New Energy Finance, en inglés).
Es cuestión de tiempo. Sin lugar a dudas caminos imparables hacia la independencia energética, libres de combustibles fósiles y con generación mediante energías renovables. Ningún gobierno puede poner puertas al mar.