Calderas de condensación frente a calderas tradicionales
En Edifitasa, siempre hemos creído que apostar por el ahorro no sólo implica un alivio para nuestros bolsillos, sino que además engloba a su vez una actitud proactiva de protección del medio ambiente que en un futuro, no tan lejano como se pueda imaginar, nos beneficiará al conjunto de la sociedad. Siguiendo nuestra filosofía, hemos decidido plantear la siguiente cuestión… ¿compensa económicamente apostar por una caldera de condensación frente a una tradicional?
Las calderas tradicionales de “toda la vida”, han dejado de ser comercializadas por el alto riesgo que conlleva el hecho de que sean atmosféricas, siendo paulatinamente sustituidas por las conocidas como calderas estancas. Éstas poseen una cámara cerrada y toman y vierten el aire al exterior, por lo que los humos no entran en contacto en ningún momento con el espacio donde está instalada la caldera.
En cuanto a las novedosas calderas de condensación, difieren fundamentalmente con las estancas, en que no vierten inmediatamente los humos al exterior, sino que vuelven a ser filtrados por el intercambiador primario, consiguiendo aprovechar sustancialmente el calor latente desprendido por el humo, a la par que aumentamos el rendimiento de la caldera y bajamos considerablemente el consumo energético
Otras de las ventajas de las calderas de condensación, tienen que ver fundamentalmente con la posibilidad de recibir subvenciones por su instalación y el hecho de que son muy silenciosas y su mantenimiento es rápido y sencillo. Además, su rendimiento estacional es del 110% y las emisiones contaminantes son mínimas.
El pequeño inconveniente que presenta la caldera de condensación es la necesidad de que sea instalada con un desagüe cercano, con el fin de que el vapor de agua que se ha condensado durante el proceso de enfriamiento de los humos sea evacuado, debido principalmente a su acidez.
Como conclusión, animamos a renovar su caldera tradicional o estanca, por una nueva caldera de condensación, debido no sólo al consiguiente ahorro energético (que puede llegar a ser superior al 40 %), sino también a la reducción de las emisiones de CO2, lo que en su conjunto redunda en una mejor calificación energética y una mayor protección medioambiental.