Al hablar de diversos temas ligados a la energía, es innegable ver un patrón que se repite: la sociedad contemporánea, sus avances, su modo de vida, sus comodidades y desafíos…todo gira en torno al uso y consumo de energía en sus diferentes formas. Este uso de fuentes diversas de energía, la transformación de la misma y su vínculo con la producción de todo tipo de satisfactores vitales es lo que hace para gobiernos en todas latitudes una prioridad el contar con un suministro continuo, constante y confiable de energía al interior de sus fronteras.

Sin embargo, en ocasiones no depende completamente de las autoridades nacionales y locales el garantizar que la energía llegue a la población en las cantidades adecuadas y un precio accesible. La industria, la locomoción, las necesidades domésticas, todos estos elementos de la sociedad precisan energía y los mercados energéticos ya no se controlan sólo al interior de las fronteras. Como muchos otros flujos de recursos, la energía es cada vez más un mercado global con aristas complejas y dependencia a las realidades geopolíticas de distintos rincones del planeta. Es en ese sentido que se habla de globalización del mercado energético, y este proceso tiene detalles bastante complejos que conviene analizar a la luz del estudio de la eficiencia energética.

¿Qué entendemos por globalización?

La palabra globalización ha estado de “moda” desde hace aproximadamente un par de décadas, sin embargo, la usamos casi como una panacea para explicar problemas, para justificar hechos, e incluso para dar cuenta de las cosas positivas o negativas que suceden a escala política y social.

La verdad es que la globalización es sólo una etapa más de la mundialización que empezó a modelar las relaciones internacionales desde finales del siglo XIV. El fin de la Edad Media, el descubrimiento de América y los grandes viajes de descubrimiento que expandieron las rutas de navegación y comercio europeos empezaron a tejer una red de interconexión entre las comunidades de distintos rincones del planeta que a lo largo de los siglos se han ido haciendo cada vez más extensas, finas e intensas.

Las rutas comerciales han ido trazando, década tras década por más de cuatrocientos años, líneas de interdependencia, flujos de capitales, influencias culturales y lingüísticas que se han ido haciendo más intensas con el paso del tiempo.

El uso del concepto de globalización se corresponde con la última etapa de esta mundialización intensiva, y tiene como características definitorias la presencia de instancias económicas reguladoras supranacionales, la existencia de formas de capital no físico que pueden trasladarse de país en país de forma casi instantánea, la creación de acuerdos comerciales y bloques económicos y por supuesto, las tecnologías de la comunicación e información, que hacen que los flujos de datos, imágenes y comunicación de todo tipo sean casi instantáneos en todo el planeta.

En el marco de este planeta interconectado en términos económicos, políticos y de información, ¿qué papel juega la energía? ¿Dónde ubicamos el mercado energético?

Energía: elemento omnipresente del desarrollo

Hablábamos de la mundialización que avanzó poco a poco en la configuración del panorama mundial desde finales de la Edad Media, y que indudablemente se ha visto acompañada de diversas olas de industrialización. Desde la primera Revolución Industrial que fue la que lanzó el proceso de producción en serie, empezó al paralelo otra nueva revolución, la del uso de la energía. Si entendemos la palabra “revolución” como un cambio rápido y drástico, es sin duda el mejor término para comprender cómo la sociedad humana pasó de usar apenas un poco de madera y carbón como fuentes de energía, a buscar en lo profundo de la tierra para usar cada vez más carbón y combustibles fósiles como fuentes de energía de la industria y la locomoción individual y colectiva.

No todo en este uso de la energía puede verse como un aspecto negativo. Como todos los procesos sociales, es un proceso multifacético que ha cambiado de forma drástica a la forma en que entendemos la vida. La electricidad, que trajo consigo la refrigeración, por ejemplo, transformó la conservación de alimentos y nuestros patrones de consumo alimenticio. Las nuevas formas de locomoción: el tren, el automóvil, el avión, los barcos de vapor, etcétera, han permitido que se acorten las distancias, que las mercancías viajen de forma rápida de un continente a otro, inclusive. La industria se ha fortalecido hasta rozar picos inimaginables: el desarrollo tecnológico es intenso en todos los sentidos y ello ha mejorado las condiciones de vida y salud de una proporción de la población y abierto la investigación en áreas antes inimaginables.

Pero todos estos cambios no han sido inocuos. Este desarrollo casi maratónico de la industria ha llevado a un uso intensivo de recursos energéticos de todo tipo. Y hoy en día, cada paso que da un ciudadano común y corriente en un país industrializado o en vías de desarrollo, se ve acompañado del consumo energético. Desde el acto automático de encender la luz, hasta la energía utilizada en la industria que ha fabricado nuestros zapatos, ropa, y cada uno de los insumos con los que fue construida nuestra casa.

En tiempos de la globalización intensa, este consumo energético es un acompañante continuo y constante de los intercambios comerciales, del desarrollo tecnológico y de las propias tecnologías de la comunicación y la información que nos mantienen al tanto de lo que sucede en cualquier rincón del mundo de forma inmediata.

Es de esta forma que no resulte sorprendente que no son solamente empresas de carácter nacional o local las que proveen la energía en cada comunidad. Empresas trasnacionales, energía producida por capitales que pertenecen a otro continente. Especulación financiera que está tras decisiones de carácter energético-ecológico: todo ello también es parte de lo que podemos entender como globalización del mercado energético.

Consumo de energía: patrones y prospectiva

En este panorama en que económica y tecnológicamente las fronteras se desdibujan, pero políticamente se hacen más intensas y humanamente se hacen en ocasiones infranqueables, ¿cómo producimos la energía que consumimos?

Si la disponibilidad energética se ha vuelto en un factor estratégico para cada país del planeta, es también necesario reconocer que para generarla hace falta movilizar grandes capitales financieros, científicos (investigación continua) y un continuo desarrollo tecnológico. También hace falta una infraestructura que debe mantenerse en buenas condiciones y mejorarse de forma continua para transportar la energía producida. Ello considerando que la demanda energética no ha dejado (ni dejará en el corto plazo) de incrementarse.

Tristemente, al menos durante los próximos quince años de acuerdo a los estudios especializados (un estudio muy serio respecto al futuro de los energéticos se puede consultar en este enlace) la base de la producción energética global seguirán siendo los combustibles fósiles, es decir, derivados del petróleo, gas natural y carbón. ¿Por qué? Pues porque a pesar de la alerta lanzada en cuanto a sus efectos en el medio ambiente, siguen siendo más accesibles y su producción es la más económica a escala mundial. La disponibilidad relativa de estos recursos, a pesar de verse ensombrecida por la influencia de factores políticos, sigue prevaleciendo sobre otras alternativas. La producción de energía con fuentes nucleares dista mucho de ser segura y de contar con el aval de estudios que permitan su uso masivo. Quizás la tecnología aún no está en un estado que permita garantizar el uso seguro de esta energía y el manejo adecuado de sus desechos.

Las energías renovables se van abriendo paso poco a poco en el panorama energético global, pero no con la solidez ni la velocidad que las necesidades energéticas del planeta demandan. Como ya mencionábamos, es preciso contar con la tecnología para almacenar y transportar la energía producida a los sitios en que hace falta, y la energía solar o eólica han recorrido un gran camino en el avance tecnológico, pero aún no cuentan ni con la presencia empresarial ni la solidez tecnológica para sustituir al uso de combustibles fósiles.

Red eléctrica

También es innegable reconocer que el mercado energético, como cualquier otro mercado, está bañado de intereses económico-financieros trasnacionales que también inciden en las decisiones a largo plazo que se toman.

Otro término que bien vale la pena mencionar en esta discusión es el de la «liberalización» del mercado energético. Éste se corresponde con la definición de la estructura, funcionamiento y gestión organizativa del mercado: la supresión cada vez mayor de la inferencia pública en los mercados financieros, de capital y de comercialización de la energía. Ello considerando que la energía no es una mercancía como las otras, pues como ya se ha dicho, es un elemento que no puede faltar para el desarrollo económico y tecnológico de un país, así como para la producción de satisfactores y condiciones de vida adecuadas.

La eficiencia energética en el panorama global de la energía

Si el mercado liberalizado de la energía alcanza dimensiones globales, y las transacciones financieras ligadas a la producción, transporte, distribución y comercialización de la energía a escala global se han complicado, es también porque hay un alto coste ecológico y social adjunto a todas esas transacciones. Cada decisión tomada no tiene sólo un impacto para quien gane dinero con la venta, sino también un gran peso en las condiciones medioambientales del planeta en su conjunto y es ello lo que ha hecho que se pongan bajo la lupa a empresas, administraciones gubernamentales y de hecho, al consumo mismo que se hace de la energía.

En los países en que los picos de consumo energético rompieron todos los récords en los últimos años del milenio pasado (Europa Occidental y Estados Unidos sobre todo), se ha intentado regular en lo posible el consumo de la energía. En un panorama global donde grandes empresas, intereses y conflictos inciden en la producción de la energía, su uso eficiente se convierte en una herramienta ineludible para su mejor distribución.

El uso eficiente de la energía juega un papel muy importante en su uso sostenible, lo que a su vez puede incidir en la regulación a largo plazo de los mercados, con lo que podría equilibrarse la producción energética entre energías limpias y combustibles fósiles.

Como ya hemos discutido aquí en el blog de certificadodeeficienciaenergetica.com la eficiencia no es sólo el ahorro de energía. Es el diseño de estrategias para sacarle jugo hasta la última gota a cada recurso energético disponible, industrial y domésticamente, así como en el transporte y no es nimio en ningún sentido pues su influencia a largo plazo puede ser decisiva en la configuración del mercado energético.

Otros elementos de debate

En el amplio espectro del debate de la globalización energética, hay otros elementos que llaman la atención por la trascendencia que pueden tener y su impacto a largo plazo, como son:

  • La regulación, más allá de la liberalización del mercado, de la producción, transporte y comercialización de los derivados del petróleo.
  • El análisis de los mercados de gas (básicos y secundarios)
  • El estudio de los mercados de electricidad y gas a escala global
  • El papel de las energías renovables en el mercado global de la energía
  • La modernización de la infraestructura eléctrica a escala mundial
  • El análisis de las redes de interconexión trasnacionales de gas y electricidad
  • Los desarrollos tecnológicos ligados a la interconexión energética
  • La participación de las empresas europeas en los mercados energéticos de los países emergentes

Como podemos ver, la temática es rica y la discusión muy profunda, pues la comprensión del mercado energético como uno que tiene no sólo una dimensión global, sino un alcance y penetración profunda en la calidad de vida de las personas, por lo que el aporte de cada especialista en el ámbito de la energía puede ser de gran valor.